sábado, 6 de marzo de 2010

Ethos y periodismo

*Por Yelenia Cuervo Moreno

“Muy lejos de ser escritores, fundadores de un lugar propio, herederos de labriegos de antaño pero sobre el suelo del lenguaje, cavadores de pozos y constructores de casas, los lectores son viajeros: circulan sobre las tierras del prójimo, nómadas que cazan fortuitamente a través de los campos que no han escrito.”

Michael de Certeau. La invención de lo cotidiano.


En la actualidad resulta innegable que los medios de comunicación inciden sobre nuestros modos de estar en el mundo y por consiguiente, en nuestro pensamiento. En efecto, los mass media se han convertido en los portadores de la visión obligada sobre lo que acontece a nuestro alrededor. Así, nuestra experiencia directa del mundo circundante ha quedado subsumida por otra, es decir, por aquella que nos ofrece el universo mediático.
La tesis de Peter Berger y Thomas Luckmann sobre la construcción social de la realidad es ineludible frente a la influencia de los medios; el reflejo de determinadas ideologías, de formas de vida, moda y tipos de consumo adquiere presencia y relevancia en los receptores de la realidad mediática, por lo tanto, todos somos presas de las imágenes y aseveraciones que obtenemos a través de los medios. No se puede olvidar aquella sentencia de Jean Baudrillard sobre la manipulación de la información antes, durante y después de la Guerra del Golfo y cómo se inauguró por vez primera la guerra mediática. A la luz de este panorama, ¿cómo comprender el papel de la prensa en la construcción de social de la realidad? ¿Cómo comprender la información que nos ofrece la prensa en tanto saber social para la religación comunicativa en espacios públicos?
En una sociedad como la que acontece en nuestros tiempos, me refiero a una sociedad en donde lo que impera es la información y el manejo de la misma, el incremento de la oferta informativa se multiplica velozmente, no obstante, pese a que podemos encontrar una variedad de información y de medios para acudir a la misma, pareciera, hoy por hoy, que todos los medios nos otorgan lo mismo y únicamente cambiara el canal de transmisión.
Las noticias que ofrece la televisión no distan de lo que podemos leer en la prensa, y más aún, las noticias han dejado atrás la pretendida noción de actualidad al repetirse constantemente hasta por una semana. Nuestra sociedad se ha convertido en una sociedad que gusta de la patofagia como ha señalado acertadamente Katya Mandoki, pues somos consumidores de la nota roja, de la amarilla y de toda una empresa que comercializa con la imagen del cuerpo y las fantasías del lector.
Ahora bien, frente a los diversos medios de comunicación, la prensa se había caracterizado, al menos hasta hace unas décadas, como uno de los medios con mayor confiabilidad en cuanto al manejo de la información en relación a la comprensibilidad y veracidad, características inexorables de la información. Sin embargo, en nuestros días podemos observar que el valor de la información es relativo al medio de publicación y al tratamiento profesional del producto informativo, es por tal que la responsabilidad individual y social del periodista resultan capitales para el tratamiento de lo que se informa.
Responsabilidad semántica que deberá atender a proporcionar un periodismo de investigación y no una serie de juicios de valor del periodista, por lo tanto, más que otorgarnos “veredictos de valor” como afirma Silva Herzog en Metafísica del periodismo, la prensa debe de ser capaz de transmitir la información con autenticidad y objetividad para la comprensión de nuestro mundo social. Necesidad que implica la legitimación de una ética ligada al profesionalismo.
Recordemos que la conceptualización de la ética se encuentra vinculada al Ethos como la morada del hombre, como el hábitat de su ser. Así la ética implica las condiciones de posibilidad de todo ser humano para su realización social. De tal forma que entendida así la ética es menester para el oficio del periodista, porque la información que se transmite construye nuestra percepción de la realidad, y a su vez, ésta influye sobre nuestra toma de decisiones, actitudes y la manera en que valoramos lo que acontece, en suma, incide sobre nuestro Ethos que se interioriza formando nuestro ser.
La prensa debe de ser capaz de abrir un espacio público para comprender y juzgar la realidad, en donde el hombre pueda comunicarse teniendo la absoluta libertad para ello. Lo anterior implica reconocer, de antemano, la existencia de un pluralismo de valores en los sujetos sociales, apostando por una axiología abierta e inclusiva, es decir, todos los medios de comunicación deberían de fungir como los canales por los que la comunicación se instauraría como una función social transpersonal, para generar espacios públicos de entendimiento de lo real. Nada nos recuerda más a la teoría de acción comunicativa de Habermas, en donde es explícita una especie de añoranza por el espacio público no manipulado; lugar en el cual todo puede ser argumentado y todos puedan argumentar.
Sin embargo, durante la segunda mitad del siglo XX, hemos sido testigos de los medios de comunicación como imperio de la industria del espectáculo. A nivel televisivo las noticias son narradas con toda una serie de estrategias en el uso de elementos paralingüísticos y una estructura tal, que se asemejan mayormente a una narrativa literaria; las noticias se han convertido en ficciones de catástrofes que estamos ansiosos por consumir, como si se tratara del último best seller que hay que devorar para estar actualizado.
Nos encontramos, entonces, frente a una Ley Federal de Radio y Televisión cuyo artículo 5 nos resulta risorio: “la radio y la televisión tienen la función social de contribuir al fortalecimiento de la integración nacional y el mejoramiento de las formas de convivencia humana.”
Las pretensiones de eticidad de los medios de comunicación parecen quedar sólo en una especie de estatuto sin legitimidad y la prensa no parece ser la excepción. Entrecruzada por los juegos de poder de lo que está permitido decir y lo que debe de ser censurado; censura que obedece al poder del gobierno y a la autocensura del mismo medio, es decir, del director del periódico, del control económico de los anunciantes del periódico, del temor del autor a las represalias del gobierno; aunada a un periodismo poco profesional centrado en la opinión y no en la investigación y finalmente guiado por la empresa del espectáculo, nuestra prensa actual ha trascendido aquella época de gloria del Excélsior donde alguien como Vicente Leñero pudo haber expresado orgullosamente en su libro Los periodistas: “la libertad de prensa no es una actitud tolerante del Estado que permite la publicación de más o menos cosas. No es una concesión graciosa del gobernante en turno. Es algo mucho más profundo. Es una auténtica relación entre la teoría y la praxis.”[1]
El oficio del periodista ha decrecido junto con el papel de la prensa en México, carente de un Ethos y un verdadero profesionalismo se ha convertido en archivo muerto; las personas prefieren encender el televisor y disfrutar de las novedades dramáticas del día, es decir, del noticiero nocturno para descansar y sentirse informados; apagar de nuevo el televisor y comenzar de nuevo por la mañana.


Bibliografía
· Leñero Vicente. Los periodistas. Ed. Planeta. México. 2006.
· Serrano Oceja José Francisco (coord.) Ética de la comunicación y de la información. Ariel Comunicación. España. 2002.
· White Robert. Comunicar comunidad. Aportes para una ética de la comunicación pública. La Crujía Ediciones. Buenos Aires. 2007.
Cibergrafía
· Silva-Herzog Márquez. “Metafísica del periodismo” en Letras libres. Diciembre 2002. p. 74 en versión electrónica http://www.letraslibres.com/ (2010).
· Conferencia magistral con Roger Chartier: “Las revoluciones de la lectura siglos XV- XX”, en Revista de humanidades: Tecnológico de Monterrey. Número 007. Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM). Monterrey, México. p. 91-110. en http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/384/38400705.pdf (2010)
[1] Vicente Leñero. Los periodistas. p. 27

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