Metrópolis de Fritz Lang
* Por Yelenia Cuervo Moreno
“He hecho todas mis películas como sonámbulo. He hecho todo lo que creía correcto, nunca he preguntado a nadie si lo que hacía estaba bien o mal.”
Fritz Lang
En la memoria de la tradición cinematográfica, la obra del expresionista Fritz Lang continúa como objeto de culto. Lang dirigió su primer filme titulado Halbblut en 1919. Posteriormente en el año de 1922 El Doctor Mabuse, Metrópolis en 1926, M el vampiro de Dusseldorf en 1931, El testamento del Dr Mabuse en 1932, Furia en 1936, sólo se vive una vez en 1937, La venganza de Frank James en 1940, Los verdugos también mueren en 1943, La mujer del cuadro en 1944, Perversidad en 1945, Clandestino y caballero en 1946, Secreto tras la puerta en 1948, Guerrilleros en Filipinas 1950, Encuentro por la noche en 1952, Encubridora en el mismo año, Los sobornados en 1953, Deseos humanos en 1954, Los contrabandistas de Moonfleet en 1955, Mientras Nueva York duerme 1956, El tigre de Esnapur en 1959 y La tumba india del mismo tiempo.
Fritz Lang nace en Viena en el año de 1890 y muere en Hollywood en 1976. En su juventud realizó estudios de arquitectura para complacer a su padre, posteriormente regresó a Austria y se enroló en el ejército donde fue herido. El azar frente a este hecho lo llevó a conocer en el hospital militar a Joe May, director de cine al que le mostró algunos de sus dibujos y sus narraciones y quien no dudó en contratarlo como guionista. De esta forma Lang escribió para May su primer largometraje bajo la dirección del último, pero Lang no estuvo contento con los resultados, así que a partir de ese momento decidió dirigir sus propias películas. Unos años más tarde conoce al productor Erich Pommer, uno de los más importantes en aquel tiempo.
El estilo de su filmografía obedece a distintos géneros como el western, el cine de espías, aventura, cine bélico, melodrama y cine negro, situación que lo convierte en un director ecléctico, donde a lo largo de su obra puede observarse la primacía por el contenido social en algunas de sus películas.
Al terminar la película de El testamento del Dr. Mabuse recibió la propuesta de hacerse cargo de la dirección de los Estudios Alemanes UFA, pero la formación ideológica de Lang se oponía al nazismo, así que en 1933 huyó de Alemania y buscó un país donde refugiarse: Francia. Su esposa, que le había ayudado a la elaboración de los guiones durante mucho tiempo, decidió unirse al partido Nazi, motivo por el cual tuvo que abandonarla. Dos años después, sin éxito artístico en las tierras francesas, decide mudarse a Estados Unidos. En este país también encuentra cierta censura que lo hace acoplarse a la demanda de los productores. En 1959 acude a la India para rodar El tigre de Esnapur y La tumba india, un poco después regresa a los Estados Unidos para morir en el año de 1976.
Clásico del cine mudo alemán, Metrópolis denuncia la eterna división de clases en una sociedad del futuro. Primer filme incluido en el Registro de la Memoria del Mundo, seleccionada por la UNESCO como una obra maestra en reconocimiento a sus valores artísticos y humanos. Realizada en el año de 1926 y protagonizada por Alfred Abel (John Fredersen), Gustav Fröhlich (Freder), Rudolf Klein-Rogge (Rotwang) y Brigitte Helm (María), Metrópolis fue rodada en 18 meses con un gran presupuesto (se llegaron utilizar hasta 35,000 individuos para el filme) y una enorme campaña publicitaria. El guión lo elaboró Lang junto con su esposa Thea Von Harbov, quien había realizado ya una novela de donde surge el mismo guión.
La versión original tenía una duración de 205 minutos hasta quedar reducida a la versión restaurada por Friedrich Wilhelm Murnau en 92 minutos. No obstante, fue exhibida con distintos montajes, bandas sonoras y duraciones de la película. Se estrenó el 10 de enero de 1927 y dos meses más tarde en Nueva York en una versión reducida.
Lang continuó con películas sonoras después de haber realizado varias mudas, sin embargo, siempre se consideró alguien con poca formación sonora y ligado a la estética de lo visual, pues para él existió una dificultada para adaptarse al cine sonoro. No obstante, muchos de los cronistas han señalado las innovaciones respecto al sonido en su filmografía y algunos consideran que pecó de modestia al señalar su carencia de sentido musical y sonoro.
Metrópolis es una extraordinaria película que nos sitúa en los terrenos de la ciencia ficción. En un futuro lejano, una ciudad hecha a semejanza de los grandes rascacielos neoyorkinos de la actualidad, pero con una infraestructura interna maquinal, -que en determinadas ocasiones resulta apabullante- es habitada por distintas clases sociales. En las alturas viven los dirigentes, la clase “pensante” que domina y esclaviza a la clase trabajadora: los obreros, ubicados en el subsuelo donde se halla el corazón industrial que mantiene en armonía a la megalópolis. Entre ambas clases se encuentra la casa de un sujeto que bien podría asemejarse al Doctor Caligari de Wiene, se tata del inventor, una especie de “científico loco” perturbado por la creación científica, quien hará todo lo posible por materializar sus invenciones en los deseos más impuros del dirigente de Metrópolis.
Desde el inicio de la narración podemos observar la jerarquización social entre ambas esferas. Los habitantes de las “alturas” viven en la opulencia, aprecian y contemplan la estética de los alrededores: fuentes y jardines donde juegan los muchachos, se dedican al ocio y a la dirección de la ciudad. Los habitantes de “abajo”, en cambio, viven en deplorables condiciones, dedican la mayor parte de su tiempo a las labores de la industria, sus jornadas sobrepasan las diez horas de trabajo, su apariencia, incluso, denota fastidio, cansancio, una monotonía frente al trabajo que los ha vaciado de expectativas. Todos ellos representan a la masa explotada que ha dejado de diferenciarse uno a otro. Vestidos de negro, todos resultan iguales, en cambio, contemplamos la vestimenta del dirigente: saco y corbata, misma que los ayudantes más fieles presentan y a un hijo que resulta rebosante, rubio y con un atuendo blanco que a diferencia de los obreros lo hace brillar.
La arquitectura visual de la escenografía no deja de asombrarnos en su magnanimidad y en su contenido simbólico, y nos recuerda que Lang poseía conocimientos de arquitectura que bien pudo trasladar a la estética de lo visual. Aunque nuestro director es considerado como un representante capital de expresionismo, en esta película se puede dejar de lado los antiguos decorados amorfos que retrataba Wiene en El gabinete del Doctor caligari, para a cambio otorgarnos grandes escenarios arquitectónicos como lo es la ciudad misma, hasta una catedral gótica, la casa de Rotwang (el inventor) asociada más a un laboratorio de un alquimista recubierto por un exterior parco de tipo medieval. Así mismo, los jardines como lugar por excelencia de lo idílico y contemplación, y una zona cavernosa: lugar prohibido y del olvido (donde se encontraban antiguamente las catapultas) y que los obreros llegan a utilizar como lugar de reunión para oír a una lideresa que proclama la paz.
El argumento de la película podría asemejarse a la temática de Tiempos modernos de Charles Chaplin, pero en esta ocasión la estilística para contar a través de imágenes, se presenta desde mi juicio, de forma mayormente feroz. Las imágenes de la masa trabajadora en conjunción con una atmósfera sombría y decadente, exaltan al espectador desde las primeras tomas; la crítica al sistema capitalista es aplastante. El movimiento de las máquinas a grandes velocidades produce vértigo.
John Fredersen es el dirigente de Metrópolis. Desde la comodidad de su oficina monitorea televisivamente a sus subordinados y organiza las labores de la megalópolis. En cierta ocasión, una mujer con una decena de niños arriba a la zona de los dirigentes para presentarlos con Freder (hijo de Fredersen). Éste último despierta la curiosidad por conocer la forma de vida y lo que acontece en las zonas subterráneas de la ciudad y decide descender al lugar, que hasta ese entonces, le era ajeno. Entre las grandes máquinas y miles de hombres presencia un accidente en donde mueren varios obreros. Asustado acude con su padre para exhortarlo a una toma de sensibilidad frente a lo acontecido, pero el padre se manifiesta indiferente. Leemos un diálogo entre Freder y su padre que es el detonante para el desarrollo posterior a la trama: -“¿Pero cómo encajan las manos en tu sistema? ¿Qué harás si algún día se revelan?” En efecto, todo el desarrollo ulterior de la trama dará cuenta de la revelación de los obreros al sistema, pero no por una toma de conciencia social, como estipulaba Marx en la revuelta del proletariado, sino de forma inversa, esto es, por un nuevo sometimiento dentro del mismo sistema ingeniado por Fredersen.
Freder se hace pasar por un obrero para vivir en carne propia lo que padecen “sus hermanos del subsuelo” y descubre la brutal explotación que se padece ante el trabajo realizado. Invitado por sus compañeros a unas clandestinas juntas que llevan a cabo en las cavernas, conoce a María, una joven que acerca a los obreros un discurso de paz idílico y utópico, donde se remite al sueño de la proximidad entre lo que hoy podríamos nombrar como la clase patronal y la obrera. María Narra una historia sobre la construcción de la torre de Babel: sueño milenario por construir una gran torre armónica donde pudiesen convivir miles de hombres. Sin embargo, advierte, aquellos hombres que ingeniaron en sus mentes el proyecto requirieron de millares de hombres para su construcción que fueron dejando en el olvido. Con esta alegoría, María deja ver la necesidad de hacer un pacto entre la clase dominante y los trabajadores; entre el cerebro y las manos, cuyo mediador fehaciente tendrá que ser el corazón.
Metáfora que alude a las teorías superimperialistas enunciadas por Hilferding antes de 1914 y que buscaban la reconciliación de las clases antagónicas; la novela de Thea Von Harbov ya hacía explícita esta intención.
Posterior a la escena de la lideresa María, Freder queda cautivado por su belleza interior y se enamora, pensando que él podrá ser la parte del engranaje que falta, jugando con los términos: “las tuercas del miocardio”. No obstante, Fredersen es advertido de estas reuniones clandestinas tras haber descubierto unos planos de las cavernas en las ropas de los obreros que murieron en el accidente, así que guiado por Rotwang presencia el discurso de María.
Rotwang presenta su último invento a Fredersen, se trata de un androide que en palabras del propio inventor será capaz de sustituir la mano de obra y emular de la forma más perfecta al ser humano, por lo que a la larga se podrá prescindir de éste último. Fredersen le pide al inventor que haga al robot a imagen y semejanza de María, y que a ésta la esconda para mandar a la nueva María a sembrar discordia entre los obreros.
La autómata llamada en la novela de Von Harbou como Parodia o Futura, representa en Metrópolis una dualidad, ya que por un lado, se presenta como una fiel servidora a las órdenes de los gobernantes, y por otro, como una especie de maniquí con extraños movimientos sensuales propios de una prostituta enloquecida. Ésta última descripción conforma una escena de la última secuencia en donde María ha incitado a los obreros a la rebelión, quienes destruyen la maquina principal y la ciudad comienza a inundarse. El capataz convence a los obreros de atrapar a María-robot y en una persecución propia de una cacería de brujas, la amarran a un mástil e inician el fuego, la sorpresa arriba cuando se percatan de que es una autómata.
La última escena viene a cerrar el discurso sobre la reconciliación entre las clases bajas y las dominantes, ya que María reconoce a Freder como el mediador entre su padre y la unión con los obreros. Un final que reafirma la utopía después de la destrucción.
Metropolis nos ofrece una visión del mundo sobre la explotación y la dominación del hombre por el hombre, donde cada sujeto corresponde a un engranaje del funcionamiento del sistema y en donde el control y el poder juegan un papel determinante en la esclavitud y el sometimiento hacia los otros. En última instancia, triunfa el amor entre los seres humanos y la reconciliación utópica guiada no sólo por el entendimiento sino por los sentimientos. El corazón logra reunir a las clases adversas, posterior a la destrucción de la Gran Ciudad.
Cibergrafía:
http://www.miradas.net/2006/n48/estudio/articulo5.html. (2009)
http://www.miradas.net/2006/n48/estudio/articulo3.html. (2009)
http://www.miradas.net/2006/n48/estudio/articulo5.html. (2009)
http://wwww.fandecomix.com/index.php?option=com_contenttask=viewid=272ite