lunes, 1 de febrero de 2010

La Caverna

Una caverna. Los hombres nacen y viven allí, encadenados unos a otros, sin poder mirar más que al frente, solo pueden ver sombras, sombras proyectadas por un fuego, una “luz” que ellos no pueden ver, no ven eso ni a quien emite las sombras. Solo ven sombras y nucas. Uno de ellos es liberado. Rompe sus cadenas, es sacado de la fila de hombres, puede moverse libremente, y de pronto, sale, lo sacan de la caverna. Pero, estando afuera, no puede ver, no hay nada, ¿no hay nada? ¿o es que la luz que todo lo inunda lo encandila y no lo deja ver? Sí, eso es. Le duelen los ojos, es mucha luz, no se compara con la caverna. Le molesta, no quiere, quiere volver, quiere estar cómodo, lo arrastran, lo obligan a mantener los ojos abiertos, a permanecer ahí. Puede, luego, vislumbrar sombras, siluetas, comienza a conocer. Cuando sus ojos se apaciguan, cuando lo dejan ver, cuando se acostumbran a la luminosidad, comienza a descubrir, a descubrir cuanta forma, cuanto hombre lo rodea. Mira, luego, hacia donde nace todo, hacia lo que crea y hace posible él que pueda ver: hacia el Sol. Comprende entonces la belleza de todo, que todo allí es más verdadero, infinitamente más verdadero que en la caverna, que en su antigua vida. Piensa en ello y en como los hombres allá abajo solo pueden ver sombras detrás de un biombo, en como sería de terrible regresar a esa vida teniendo ya la verdad de la luz. Y lo hace, vuelve, vuelve a su sitio en la caverna, a su puesto en la fila, los ojos le molestan, no puede ver, pero ahora es por estar inmerso en la oscuridad y sus ojos ya se habían acostumbrado a la luz. Los hombres, aquellos que han permanecido toda su vida en la caverna, lo juzgan y ridiculizan por haber sido tan torpe de haberse estropeado los ojos al subir, y si él intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran tenerlo en sus manos y matarlo?

¿Qué son esas sombras? Dejemos la apariencia, el ser aparentes nos conduce a la decadencia, a la ignorancia. Aún estamos ciegos, por una basta luz de conocimiento que nos negamos observar, la luz no puede dañarnos, la oscuridad de la decadencia si, por ello queremos hacer menos, hacer de lado al que se atreve a transvalorar los valores morales establecidos por la elite de los ignorantes, esa elite cínica que no es capaz de transvalorarse para conseguir la transformación oportuna que le permita la evolución hacia un hombre nuevo alejado de toda sombra de decadencia.

Por desgracia quién como yo desea transvalorar los valores es cuestionado por el gusano y la serpiente, tachado de loco, soñador, incrédulo o inocente: incluso hay quienes en su decadencia insultan a la razón argumentando que sus sombras le producen cultura, la cultura de las sombras se produce por aquellos que cimentan su razón sobre las ruinas de lo putrefacto, de lo cadavérico.

Dejemos la caverna de la decadencia, dejemos la decadencia la luz de la razón hoy casi se pierde producto de nuestra propia ceguera, os invito a salir antes de que sea demasiado tarde.

1 comentario:

  1. Esto me recuerda a la lectura titulada "El Loco" de Gibran Jalil que dice
    "Me preguntareis por qué enloquecí.
    Y yo os lo diré.
    Hace un tiempo, ¡mucho tiempo!, antes de que nacieran algunos dioses, desperté de un profundo letargo y con sorpresa descubrí que me habían robado todas mis máscaras. "Sí", mis siete máscaras, las que yo mismo había confeccionado, y que llevé durante siete vidas distintas. Salí sin máscara corriendo por las calles llenas de gente, yo gritaba desesperadamente: "¡Ladrones!¡ladrones!¡malditos ladrones!".
    Muchos varones y mujeres se reían de mí, otros se llenaban de horror al verme y corrían a refugiarse en sus casas.
    Y fue cuando llegué corriendo a la plaza del mercado, cuando un muchacho, que se encontraba de pie en la azotea de su casa, gritó señalándome "¡Es un loco!¡Mírenlo!¡Está loco!" Yo alcé la cabeza para mirarlo, y por primera vez sentí como el solo besó mi desnudo rostro, y mi alma se encenció de amor al sol, y ya no quise tener máscaras.
    Así fue como enloquecí.
    Y así es como en mi locura encontré libertad y seguridad de no ser comprendido; la libertad a la soledad y la seguridad de no ser comprendido, ya que quienes nos comprenden nos esclavizan.
    Pero os pido que no me permitáis enorgullecerme demasiado de mi seguridad; ya que si lo vemos bien, no siquiera el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón"

    Es uno de mis autores favoritos

    Y así reitero también, libérate de las máscaras, verás que es lindo sentir el sol besar tu rostro.

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